En la segunda meditación, repasando la perpleja situación en la que
se encuentra al final de la primera, viéndose obligado a dudar de todo,
Descartes se da cuenta, sin embargo, de que para ser engañado ha de
existir, por lo que percibe que la siguiente proposición: "pienso,
existo",
ha de ser cierta, al menos mientras está pensando:
"De
modo que luego de haberlo pensado y haber examinado cuidadosamente
todas las cosas, hay que concluir, y tener por seguro, que esta
proposición: pienso, existo, es necesariamente verdadera, cada vez que
la pronuncio o la concibo en mi espíritu". Esa proposición supera
todos los motivos de duda: incluso en la hipótesis de la existencia de
un genio malvado que haga que siempre me equivoque, cuando pienso que 2 y
2 son cuatro, por ejemplo, es necesario que, para que me equivoque,
exista. Esta proposición, "pienso, existo" se presenta con total
claridad y distinción, de modo que resiste todos los motivos de duda y
goza de absoluta certeza. Es la primera verdad de la que puedo estar
seguro, de la que puedo decir que es evidente. Dado que las
características con la que se me presenta tal evidencia son la claridad y
distinción, estas dos propiedades las considerará Descartes como las
características que debe reunir toda proposición para ser considerada
verdadera.
Se ha discutido en numerosas
ocasiones si Descartes pretende deducir la existencia del pensamiento.
De hecho, en el Discurso del método la proposición que él mismo formula,
"pienso, luego existo" da lugar a pensar que Descartes pretende deducir
la existencia del pensamiento, observación que ya fue realizada por
Gassendi y que el mismo Descartes se encargó de refutar. No obstante, la
expresión que utiliza posteriormente en las meditaciones, "pienso,
existo", y la exposición detallada del momento en que formula esa
proposición parece dejar claro que se trata de una intuición, de la
intuición de la primera evidencia, de la primera verdad que se presenta
con certeza y que supera todos los motivos posibles de duda. Esa primera
verdad aparece súbitamente mientras Descartes está recordando la
meditación anterior y repasando los motivos que tenía para dudar de
todas las cosas; de un modo inmediato, pues, percibe con claridad que
para pensar tiene que existir, y que la proposición que expresa esa
"intuición" ha de ser necesariamente verdadera.
Una vez descubierta ésa primera
verdad, Descartes se propondrá reconstruir sobre ella el edificio del
saber y, al modo en que operan los matemáticos, por deducción, tratará
de extraer todas las consecuencias que se siguen de ella.
Cristina Murillo Montero
No hay comentarios:
Publicar un comentario