"La suerte es lo que ocurre cuando la preparación se encuentra con la oportunidad". Séneca.
El día del entierro, después de firmar las últimas voluntades de Evaristo que me entregó el notario, me dirigí hacia casa para descansar y sopesar la noticia, que no me terminaba de encajar. Al día siguiente decidí volver a su apartamento a recoger sus pertenencias y ordenarlo un poco. Mi impresión al entrar fue menos impactante que la primera vez. Me dispuse a hacer la cama y a recoger la sangre del cuarto. Después el jarrón. Luego en la cocina, dentro de la nevera, encontré un intento de tarta en la que ponía con chocolate: "Perdóname". Me sentí como la persona más despreciable de este mundo; iba a pedirme perdón y justo entonces falleció. Le hice una foto a la tarta, probé un trozo y estaba buena. Fui al salón con el plato y me senté en el sofá encima de la libreta de Evaristo. Dejé la tarta en una pila de papeles entre las muchas que había. Cogí la libreta y comencé a leer para descubrir de una vez por todas sobre qué escribía tanto. Las últimas páginas carecían de sentido. Eran frases, unas poéticas, otras enrevesadas, que no comprendía. Sin embargo, en las primeras páginas hallé una especie de esquemas de lo que parecía el pensamiento filosófico de algún autor. El título del primer esquema: El conocimiento indio era el mismo que el que había en la montaña de papeles en la que puse el trozo de tarta que me estaba comiendo. Comencé a exaltarme instintivamente cuando avanzaba en la lectura de esas líneas tan interesantes llenas de filosofía escritas de su puño y letra. No podía ser cierto, esa obsesión por la filosofía, por la lectura, por la escritura... ¡se debía a esto! Pasé toda la tarde y parte de la noche ojeando entre sus papeles,bien organizados con respecto al desorden general de la casa.
El esfuerzo de Evaristo no sería en vano. Contacté con una buena editorial y acordamos la revisión de su obra y si era virtuosa, su posterior publicación.
Un año tardaron en los trámites y la publicación, después de verificar el formidable trabajo de Evaristo. El resultado fueron ocho ilustres tomos de la filosofía de Evaristo Barciela Vega, titulada genéricamente: Relativo.
Terminé mi tercer año de carrera y, por suerte o por desgracia, ya en el cuarto se estudiaba superficialmente su pensamiento. Yo descubrí los papeles y eso me daba cierta satisfacción y a la vez facilidad, porque yo conocía de antemano los libros que planteaban sus reflexiones. Los beneficios que me dio la difusión de sus libros fueron tan grandes que me permitieron no trabajar más mientras estaba estudiando. La patente estaba a mi nombre. Fui invitada a cada uno de los congresos dados en su honor, entrevistas y propuestas de conferencias. No me sentía capaz de realizar estas últimas, no estaba preparada. Estudiar su pensamiento en el último año de carrera era el único impedimento.
Las entrevistas me encantaban. Podía contar el día a día de Evaristo, recordarlo, porque a la gente le gustaba que hablara de ello, les hacía gracia su extravagancia. Además comencé a adquirir soltura y confianza conmigo misma a la hora de hablar ante los medios. Me encantaba la filosofía pero tenía pocas salidas, sin embargo, tuve el presentimiento de que mi vida profesional iba a ir destinada más allá de la enseñanza en un centro docente. Me sentía importante y la más popular. Me alagaba ser la única que podía disolver las dudas sobre el tema. Al terminar la carrera, incluso antes, me ofrecieron un puesto de trabajo como conferenciante que acepté dichosa. Estudiar la carrera, cometer el error de descentrarme y suspender, tener que trabajar y para ello conocer a Evaristo, había sido sin duda lo mejor que me había pasado. No todo el mundo tenía la suerte de terminar la carrera contando con un trabajo importante y a la vez tan apasionante. Ya no adivinaba mi futuro incierto.
María José Hernández Lloret.
Sandra Herrera Cabello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario