"Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana". Albert Einstein.
Era un bonito día para leer El hombre que era jueves, de G. K. Chesterton: " Monstruosos dioses de vergüenza acobardaban a los hombres y se estrellaban; gigantescos demonios tapaban los astros pero les abatía el más mínimo disparo. Las dudas, tan fáciles de apartar, eran terribles de resistir. Fuera de ti, ¿quién podrá entenderlo? Dime, ¿quién lo comprenderá?
Las dudas que nos empujaban en la noche, mientras discutíamos acaloradamente, amanecían en las calles antes de que se desvanecieran en la cabeza. Ahora, entre nosotros, por la paz de Dios, ahora, entre nosotros, se puede contar la verdad: Ya hay fuerza para echar raíces, y bondad para hacerse viejo. Al fin hemos encontrado cosas en común, y al fin, un acuerdo y un credo, y ahora yo puedo escribir sin riesgo, y tu, también sin riesgo, puedes leer. "
Era un bonito día para leer El hombre que era jueves, de G. K. Chesterton: " Monstruosos dioses de vergüenza acobardaban a los hombres y se estrellaban; gigantescos demonios tapaban los astros pero les abatía el más mínimo disparo. Las dudas, tan fáciles de apartar, eran terribles de resistir. Fuera de ti, ¿quién podrá entenderlo? Dime, ¿quién lo comprenderá?
Las dudas que nos empujaban en la noche, mientras discutíamos acaloradamente, amanecían en las calles antes de que se desvanecieran en la cabeza. Ahora, entre nosotros, por la paz de Dios, ahora, entre nosotros, se puede contar la verdad: Ya hay fuerza para echar raíces, y bondad para hacerse viejo. Al fin hemos encontrado cosas en común, y al fin, un acuerdo y un credo, y ahora yo puedo escribir sin riesgo, y tu, también sin riesgo, puedes leer. "
Elegí leer este libro por su interesante argumento, e hice bien, porque conforme pasan las páginas me sorprende aún más. Dejé lo que estaba haciendo y me dispuse a alimentar a mi querida Salila, una pitón que me traje de uno de mis viajes a la India. Allí pasé algunos años aprendiendo sobre los distintos saberes con los científicos más humildes y por ello mismo, más espléndidos. Conocí de cerca las ciencias matemáticas y físicas a manos de mi maestro e instructor Abhijat, que significa en indio: noble y sabio. También conocí su cultura y costumbres. La música india me transmite muy buenos recuerdos, como aquella vez que un buen amigo me convenció para vigilar a su hija porque tenía serias sospechas de que se veía con un hombre indio mayor que ella. Y era cierto, pero no por las razones que su mente especulaba, sino por una causa tan inocente como ensayar un musical. Los seguí hasta una calleja donde comenzaron a cantar Nee Mera Dil, de Amrik Singh, o más conocido como Mika, al son de la música que tocaban otros compañeros. Me quedé allí observando ensimismado, escuchando la melodía que me hipnotizaba y me impedía invocar cualquier pensamiento, esa niña tenía talento, fue lo único que le dije a su padre.
Desde entonces la canción vuelve a mí como si el tiempo no pasara. La tengo en la cabeza a todas horas. La canto, la tarareo, la susurro. Me inspira, me relaja, me vicia.
Fueron buenos tiempos, me acogieron con los brazos abiertos cuando no tenía nada. Yo no era más que un adolescente que buscaba fijar sus ideas y entender el mundo a través de la propia experiencia, sin que nadie me inculcara algo que yo no hubiera elegido. Por lo visto mis padres no lo entendían. A los 16, dejé el instituto, por diversas razones, entre ellas la primacía del estudio frente al conocimiento. Me gustaba aprender, lo pasé bien en el colegio, incluso quería ser maestro. Acostumbré a mis padres a notas excelentes y cuando llegué al instituto, siendo un adolescente que empezaba a darse cuenta de las cosas y se hacía preguntas, comprendí que gran parte de mis profesores lo único que querían era que aprobara. Si preguntaba el porqué de algo, respondían con la más odiosa contestación; porque sí. Así pues pasé de estudiar. Porque sí. Mis padres, preocupados ante un cambio tan radical me enviaron a un internado militar, de allí aprendí valores tan importantes como la templanza y la prudencia. En cuanto cumplí los 18 salí de allí, cogí una mochila con algunas pertenencias y algo de dinero. Sin rumbo fijo llegué a parar a un pueblo de Francia, La Haye, donde nació Descartes. Me llamaba la atención su pensamiento y comencé a estudiarlo. Durante unos años estuve viajando, viendo mundo, aprendiendo de verdad. Así llegó Salila a mí. Cuando regresé a España, con 24 años, ya contaba con la madurez que necesitaba para afrontar la vida.
Salila descansaba tranquilamente sobre mi cama, y allí mismo le di el pollo que compré. Justo entonces apareció Marta por la puerta del dormitorio reprochándome como todos los días que la serpiente durmiera conmigo, y exigiéndome que la guardara para que pudiera hacer la cama. No quería verla a menos de tres metros.
Dejé que comiera tranquila y me fui sin obedecer las órdenes de Marta, como hacía siempre. Una cosa es que limpiara la casa y otra muy distinta que se entrometiera en mis asuntos y juzgara mi forma de proceder. Seguía trabajando para mí porque las anteriores se habían despedido y ella me aguantaba después de tanto tiempo juntos. Además estaba estudiando filosofía en la universidad y me gustaba saber que yo era parte importante en la contribución para finalizar sus estudios. La filosofía es pensamiento. El pensamiento es forma de vida. La filosofía, por tanto es, forma de vida. Esta muchacha tiene derecho a elegir su forma de vida, con la ayuda de sus estudios.
Marta se acercó a mí enfurecida y con fuerza me arrojó la bayeta con la que estaba limpiando. Comenzó a gritar histérica una infinidad de frases entre las que a duras penas pude entender que estaba harta de mi desorden, de mi frivolidad, de mi pasividad frente a sus quejas frecuentes, y que se marchaba para no volver. Tras estos segundos de disputa en los que no me dio tiempo de pronunciar palabra, cogió su bolso y se fue por donde había venido, pero esta vez dando un portazo.
Di un portazo y bajé corriendo las escaleras de los cuatro pisos de aquel bloque de mala muerte y conduje lo más rápido que pude, cantando al fin contenta y aliviada, Corazón en la maleta, de Luis Fonsi, que sonaba casualmente en la radio. Me sentía bien conmigo misma por haber dicho lo que sentía después de tanto tiempo aguantando.
Las semanas pasaron y encontré un nuevo empleo, bien remunerado y cerca de casa. Mis notas eran buenas, e hice amigos en la cafetería donde trabajaba. Todo me iba bien, ya me había olvidado de Evaristo, hasta que un día, sin querer entré al servicio sin llamar a la puerta, y encontré a mi padre sentado en el retrete leyendo. Comencé a darle vueltas a la cabeza, a pensar en lo que hice y me sentí culpable por todas aquellas cosas que le dije y la forma en que me marché hace seis semanas. No me despedí, después de estar con él tanto tiempo, de las cosas buenas que hizo por mí, como cuando me pagó el doble en los meses de matriculación, o me ayudaba con las dudas. Sin duda actué mal, fui una desagradecida, tenía que volver y despedirme de él como era debido, dándole las gracias y deseándole lo mejor.
Sin pensarlo dos veces cogí las llaves del coche y fui a casa del que fue mi jefe. Llamé al timbre, pero nadie me abrió. Eran las nueve de la noche, no podía estar dormido, solía acostarse de madrugada. Seguí insistiendo, pero nada. ¿Estaría enfadado conmigo y por eso no abría? Necesitaba pedirle disculpas para quedarme tranquila, así que abrí con las llaves que me quedé y entré. Todo estaba desordenado, como el día que empecé a trabajar para él. Busqué en el salón, pero no lo encontré. Me dirigí al dormitorio y chillé horrorizada por lo que acontecía ante mis ojos. Las lágrimas resbalaban por mi rostro, aunque supongo que en ese momento no era consciente de ello. Salila estaba en la cama como siempre, pero esta vez había triplicado su tamaño. La cama estaba revuelta y las sábanas ensangrentadas. El anillo que siempre llevaba puesto Evaristo residía ahora en un charco granate.
* Nota de autoras: Como habéis podido observar, la música forma parte importante de la vida de nuestros personajes, si queréis ampliar la información sobre las canciones que vayan apareciendo recordad que debéis pasaros por este blog:
María José Hernández Lloret.
Sandra Herrera Cabello.
Espero que os guste y que dejéis vuestros comentarios :) ¿Qué os ha parecido? ¿Os esperabais el final? ¿Qué os gustaría que pasara ahora? Gracias por leerlo!!
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